Aunque esté mal decirlo, muchos padres primerizos temen que la llegada de un niño les reste tiempo de ocio y no puedan seguir con su vida habitual. Y hacen bien en temerlo, porque es así, tal cual. Salvo que tengas a otras personas que se ocupen de tu hijo, una gran cantidad de tiempo que dedicabas a ‘tus labores’ serán dedicadas a las suyas. E incluso, a menudo, habrá que reducir el horario laboral. Pero una vez salvado el primer impacto (y la falta de horas de sueño), toca adaptarse.

En el caso de mi mujer y la mía el impacto se notó en nuestros viajes. Le habíamos cogido el tranquillo a viajar en los años anteriores a la llegada del niño y todo eso cambió. Y en cierto sentido, fue un poco deprimente porque es nuestra principal afición. Pero una vez que el niño va creciendo, por supuesto que se puede seguir viajando, pero hay que adaptar el tipo de viajes a la nueva situación. 

Y una de las cosas que descubrimos fue que todavía queda mucho por conocer en nuestro país. Viajes cercanos, turismo de proximidad, como lo llaman ahora, que, al fin y al cabo, también se trata de viajar: porque el destino es lo menos importante, lo que cuenta es embarcarse en un viaje. Como el último que hicimos a bordo del catamaran vigo cangas, con nuestro hijo acompañándonos, claro.

Cuando viajas con un niño, a menudo se disfruta el doble, porque los niños son muy agradecidos con la mayoría de experiencias nuevas. A un adulto habituado a subir en barcos no le supondrá un gran reto hacerlo, pero para un niño ir de Vigo a Cangas es toda una aventura. Ver en sus ojos el asombro por ir surcando el agua del mar vale más que cualquier viaje en solitario. 

Nuestro viaje a bordo del catamarán Vigo Cangas fue parte de nuestras vacaciones en Galicia. Con mi mujer nunca había estado de viaje en esta región que tampoco conocíamos muy bien por separado. Es una de las cosas buenas de viajar con niños: conoces zonas que te habían pasado desapercibidas hasta ese momento.