Hace ya muchos años que no voy a la fiesta del albariño en Cambados, pero antes iba todos los años y he ido a unas de las mejores visitas bodegas rias baixas que hay. A esas fiestas siempre nos invitaba una amiga que había estudiado con unos amigos míos en la universidad y nos dejaba acampar en el terreno que tenía detrás de casa. El principal problema allí era que el pueblo de la amiga nuestra está a unos siete kilómetros de donde se hace la verdadera fiesta. Por norma general siempre llamábamos al mismo taxi para que nos llevase hasta allí pero para poder volver por la mañana ya era otro problema diferente porque los taxis escaseaban y si tenías suerte podías coger alguno que te llevase hasta donde necesitabas. Un año me cansé de esperar a ver si venía un taxi que me decidí a hacer los siete kilómetros que me separaban de la casa de nuestra amiga, tardé un buen rato pero el camino no era demasiado complicado y al final llegué sano y salvo a mi tienda de campaña.

Otro año que habíamos ido a un camping no demasiado lejos de donde se hace la fiesta, conseguimos llegar hasta allí pero no sabíamos cómo íbamos a volver hasta el camping. Por fortuna ese día conocimos a un tío que se ofreció a llevarnos en su coche pero que teníamos que acompañarle primero a un bar en el que había quedado con unos amigos. Accedimos de buen grado y este chico cumplió su palabra de llevarnos hasta el camping y nos invitó a unos tragos en el bar en el que había quedado con sus amigos. Sea como sea siempre que he ido a esta fiesta del albariño pasan cosas demasiado locas y es que el vino hace estragos. De todas las veces que he ido durante esos años el primer día siempre es el día más fuerte pero eso es porque todos estamos frescos, pero el segundo y el tercer día todo cambia y solamente aguantan los que han sabido dormir durante todo el día para coger fuerzas para la noche.