El flan de huevo es un postre sabroso, que alimenta y muy fácil de hacer. Por eso, cocinarlo en casa en lugar de comprarlo es la mejor de las opciones. Hay muchas recetas para conseguir el flan de huevo, pero la que vamos a dar a continuación siempre sale bien y resulta deliciosa, aunque tiene una gran cantidad de yema de huevo, algo que hay que tener en cuenta.

Se necesitan para esta receta 3 huevos enteros y seis yemas a mayores, mejor si son camperos ya que el sabor se nota. Entre 150 y 200 gramos de azúcar en función de lo dulces que nos gusten los flanes. ¾ litro de leche central lechera asturiana entera. También hace falta caramelo, que se puede comprar hecho o hacerlo con 5 cucharadas de azúcar, 3 de agua y unas gotas de limón.

El caramelo se deposita en las flaneras, que pueden ser individuales o puede ser una gran flanera. Recomendamos el caramelo comprado ya que el casero, aunque no es complicado de realizar, suele estropear mucho las sartenes. En algunos hogares se tiene una específica para crear el caramelo.

Los ingredientes se echan todos en un cuenco y se bate con la batidora. La mezcla, que debe de estar espumosa, se vierte en los moldes. A continuación, se mete en el horno una fuente profunda con agua. El agua tiene que ser suficiente para cubrir casi por completo las flaneras, pero sin que el agua entre en el interior.

Cuando el agua esté caliente, se colocan dentro las flaneras con mucho cuidado. Es recomendable cubrir los flanes con papel de plata para que no se sequen por encima. Se dejan en el horno a baño maría durante más o menos 1 hora a 200 grados. Los flanes tienen que verse dorados y bien cuajados.

Como se puede ver, la receta no es nada complicada y el resultado es realmente sabroso y muy natural. Los más golosos pueden sustituir parte de la leche líquida por leche condensada, no añadiendo azúcar en este caso. El sabor es más cremoso y tienen ese toque que tanto gusta a los amantes de la leche condensada.

Una vez listos se retiran del horno con mucho cuidado de no quemarse con el agua y, al enfriar, se desmoldan. Pueden tomarse sin nada más o decorarse con nata o con frutos secos.