Siempre he tenido una forma bastante particular de comer, con costumbres un poco raras que suelen extrañar a la gente que no me conoce. Y es que para mí la comida es un asunto bastante delicado puesto que tengo bastantes intolerancias. Esto ha contribuido a que me haya ido organizando dietas que se salen un poco de lo normal. Y, por otra parte, también tengo facilidad para coger peso, sobre todo por mi afición por el dulce, lo que me lleva a tener que estar siempre muy alerta para no perder la línea.

Con todo, en los últimos tiempos tengo que tener un cuidado extra debido a mi hijo. Y es que está en esa fase decisiva en la que se configuran sus costumbres alimenticias y tanto su padre como su madre debemos ser referentes de la buena alimentación. Nos sentamos todos juntos a cenar y muchas veces yo como algo distinto que él o mi mujer y le extraña: “Papá, por qué tu no comes pescado como nosotros”. Y entonces me ha pillado. 

Una de las cosas que me gusta tomar es el batido. Es como un chute de buen rollo. Lo necesito de vez en cuando. Siempre con moderación, un poco de dulce está bien. Además, no todos los batidos son iguales: hay que fijarse en que sea un batido 100% natural y que contenga la menor cantidad de azúcar añadida. El niño se ha fijado en esta costumbre mía y la ha ido incorporando. Y mi mujer ya me ha dado el ‘toque’. 

Con lo sí he tenido que cambiar ha sido con las cenas. No soy muy fan del pescado… y no se trata de ninguna intolerancia, sino que no me gusta mucho y ya está. Probablemente el problema deriva de que mis padres no fueron suficientemente estrictos conmigo cuando era pequeño y terminé por comer básicamente lo que me gustaba. Y eso es precisamente lo que intentamos evitar ahora con nuestro hijo.

Porque los niños son niños y es normal que de vez en cuando tomen algo dulce, un batido 100% natural, pero es importante que en casa vea que sus padres comen sano y equilibrado. Así que he tenido que dejar muchas de mis costumbres raras, lo cual quizás me venga bien.