Eso que llamamos fidelidad es un concepto muy polémico, sobre todo al referirnos a la fidelidad en pareja. Cada vez menos de moda, por cierto, la fidelidad dentro de una relación sentimental es un concepto cultural, civilizado, que tendría como objetivo facilitar la vida familiar. Pero si llevamos el concepto de fidelidad a las marcas comerciales, ¿por qué somos ‘fieles’ a una firma?

Yo era de esos que siempre compraba lo mismo: el pan de molde tal, el yogur cual, etc. No me gustaba probar cosas nuevas: mejor me quedo como estoy, que no va mal, me decía. Pero me empecé a cansar de tener siempre lo mismo, cuando hay tantos productos en el supermercado. Así que un día cambié de marca de leche.

Fue cuando pasé una temporada en Galicia por motivos de trabajo. Debo decir que no conocía la leche larsa hasta que viví allí. Al menos en los supermercados a los que yo solía ir antes no la había visto o no me había fijado. Pero en Galicia es la marca más vendida porque es una leche autóctona (aunque ahora pertenezca a Central Lechera Asturiana).

En realidad, más que querer cambiar, tuve que cambiar porque un día que fui a una pequeña tienda de barrio no encontré nada más que esa leche. “Pues nada, dame un par de cartones de semidesnatada”, dije. Y me gustó. Así que la siguiente vez que fui al supermercado empecé a mirar productos de esa marca, no solo leche larsa, y me llevé unos yogures. Y así fue como empecé a probar cosas nuevas… al menos en el supermercado.

Es verdad que cuando se trata de firmas comerciales, en ocasiones no tiene sentido cambiar si se le ofrece a uno lo que busca. Pero lo de la fidelidad a algunas firmas tecnológicas o de coches me resulta incomprensible, a veces. Tengo amigos que jamás en la vida se comprarían un móvil que no fuese de tal marca y que nunca dejarán tal firma de coches, porque es la mejor, dicen. Yo creo que hay cambiar de vez en cuando, probar, sea la leche o el coche. Probar una pareja diferente, ya es otra historia…