El sol brillaba con fuerza en el campo cubierto de hierba donde el equipo de fútbol sala y las clases de gimnasia se reunían dos veces por semana. Era un oasis de calma entre el ajetreo de la vida cotidiana.
Pablo, psicólogo especialista en el tratamiento de depresión en Pontevedra, había traído ese día a su grupo de pacientes con distintos niveles de depresión para observar cómo la actividad física podría ayudarles a sobrellevar mejor sus problemas mentales. Él había visto de primera mano cómo el ejercicio podía influir positivamente en quienes sufrían ansiedad, estrés y baja autoestima.
Todo empezó cuando un paciente mencionó que quería probar algo nuevo como parte de su plan de tratamiento: jugar al fútbol o apuntarse a la clase de gimnasia para divertirse más que para competir. Pablo pensó que sería una idea excelente, ¡así que animó a todos a salir y probarlo juntos!
Al principio, algunos dudaban sobre si participar o no, pero finalmente todos se involucraron; ¡correr por el campo de fútbol o dar volteretas sobre las colchonetas en el gimnasio se sentía como una liberación de todas sus preocupaciones! Se reían y vitoreaban los éxitos de los demás como si nada más importara en ese momento; se sentía como volver a estar vivo después de haberse sentido entumecido durante tanto tiempo.
Al final de cada sesión, Pablo notaba una mejora en el estado de ánimo de sus pacientes que duraba hasta que volvían la siguiente vez: ¡se acabaron la tristeza persistente y la falta de motivación! La actividad física realmente aportaba beneficios increíbles a este grupo que más lo necesitaba.