Soy fotógrafo freelance desde hace bastantes años, pero nunca me había visto en una situación como esta: tener dudas para salir de mi provincia por motivos laborales. Durante la primera fase de la pandemia hubo mucha desinformación y nadie sabía muy bien qué podía hacer y qué no ante la situación de confinamiento extremo que vivió la población. Las fronteras se cerraron, algo que no ocurría desde hacía muchas décadas y solo se permitían viajes debidamente justificados. La cuestión es si un viaje como el mía podía justificarse.
El problema para mí es que tenía un trabajo apalabrado en Marruecos desde hacía tiempo y no estaba en situación de rechazar el trabajo porque suponía unos ingresos considerables, uno de mis mejores trabajos en los últimos tiempos. Se trataba de hacer las fotografías promocionales de varios hoteles. Así que solicité un documento a algunos de los hoteles con los que iba a trabajar y me fui al aeropuerto con mis cámaras. Dejé el coche en el parking aeropuerto santiago, respiré hondo y para dentro.
En principio no hubo ningún problema, pero en uno de los controles, oficiales de Policía pedían justificaciones para los viajes. Incluso vi que a una pareja no les dejaron pasar. Yo mostré mi ‘salvoconducto’, esperé un rato mientras lo verificaban y pude subir a al avión. Todo ello, por supuesto, con la mascarilla puesta, respetando la distancia de seguridad y en un aeropuerto casi fantasma.
La verdad es que fue una experiencia muy extraña ir en un avión tan vacío y todo el mundo con mascarilla. En Madrid tuve que pasar un nuevo control y otro avión. A la llegada a Marruecos las cosas eran diferentes ya que los locales no parecían tan tensos con el tema del virus. Yo, por si acaso, seguí con la mascarilla. Pasé tres semanas trabajando y luego volví. Recogí el coche en el parking aeropuerto Santiago y me fui a mi casa respirando aliviado por no haber perdido uno de los trabajos más importantes de mi carrera. Sé que otros muchos compañeros no tuvieron tanta suerte.