Hace un tiempo vino un amigo a hacer unos trámites por internet a mi casa un par de días porque tenía problemas con el ordenador que usa en su trabajo. No se fiaba de que en el ordenador quedase información personal: quería echar una instancia para una oposición y por primera vez no había otra manera de apuntarse a la misma que por internet. No se podía echar una instancia física. Aunque yo estaba bastante liado me apiadé de él porque lo veía desesperado.

El problema fue que después de hacer las tareas se fue y poco más tarde me avisa diciéndome que se ha olvidado el pendrive en mi casa… pero en el ordenador no hay ningún USB suyo. Él lo busca por todas partes, yo lo busco por todas partes y nada. Me dice que era de tipo memoria usb baratas pero que llevaba mucho tiempo con él y no le había dado problemas. También me dice que tiene mucha “información confidencial” en el USB y que sería un desastre que alguien lo encuentre o suba la información a internet. 

Prefiero no preguntarle a qué se refiere con información confidencial ya que es un término muy amplio y él tampoco especifica nada más. Pero todo este asunto me sirve para recordar aquel tiempo en el que yo también iba por ahí con mis pendrives. Ahora con el almacenamiento de información en la red con servicios de alojamiento masivo, muchas de estas memorias han perdido su utilidad, pero es cierto que todavía, de vez en cuando, es útil. Y luego están las personas chapadas a la antigua como mi amigo que sigue apegado a su memoria USB baratas.

Ya ha pasado un tiempo desde su pérdida y todavía no hemos dado con el USB escurridizo aunque mi amigo se ha relajado un poco. Los trámites que tenía que hacer salieron bien y, por lo visto, no ha habido ninguna alteración en su “vida online” que alerte sobre que alguien se ha hecho con esa información confidencial de la que hablaba. Yo espero que algún día me saque de dudas, porque me he imaginado de todo…