Si me dicen hace unos años que terminaría como representante de artistas me echaría a reír. Es decir, he estudiado historia del arte y sé un poco del tema, pero nunca me imaginé dentro del mundillo. Tras terminar la universidad enfoqué mi carrera hacia la docencia como buena parte de mis compañeros. Parecía que estudiando historia del arte lo único que se podría hacer era Secundaria, así que yo seguí a todo el mundo.
Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que lo mío no era enseñar así que, mientras trabajaba en una librería, decidí seguir formándome y estudiar una Diplomatura en artes digitales en Madrid. Por el tipo de enseñanza y los medios, me permitía compaginar bastante bien el estudio y el trabajo así que no me sentí agobiado en ningún momento. Desde el principio enfoqué esta diplomatura para acercarme al mundo digital, tanto desde un punto de vista práctico como teórico.
No me considero un artista ni mucho menos, pero no se me da mal. Pero lo que a mí me interesa realmente es analizar el arte, comunicarlo, por lo que no pretendía ganarme la vida con mi arte, sino con el de otros… Y fue estudiando esta Diplomatura en artes digitales en Madrid como entré en contacto con algunos artistas jóvenes. Y fue así como se me ocurrió que tal vez necesitaban una persona al lado que les guiase.
Gracias a mi experiencia teórica y algunos contactos con el mundillo del arte podía moverme bien en ese sector. Y sé que el problema de muchos artistas jóvenes es, precisamente, que no saben mover su arte, que más allá de la obra no tienen facultades para vender lo que hacen. Y es que en la mayoría de facultades de Bellas Artes apenas te enseñan nada de lo que hay ahí fuera: un sector muy competitivo y con sus propias leyes de mercado.
Porque el arte es un mercado, y cuanto antes los entiendan los artistas mejor. Y aunque hace unos años me parecía impensable, al final sí he logrado trabajar en este sector, aunque sea como representante, que tampoco está mal.